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martes, 12 de febrero de 2013

Muerte digna

Fernando Vázquez ni se lo pensó. Al fin y al cabo, quién dudaría ante un golpe de suerte de tal calibre. Mucho que ganar, poco que perder. El de Castrofeito cumple el sueño de entrenar en Riazor y de paso regresa al fútbol de élite tras 6 años alejado de los banquillos. A cambio, ¿acaso alguien le exigirá resucitar a un muerto? Bastará con que el difunto reciba un final digno.

Porque la indignidad es lo único que ha sido capaz de quebrar a una afición modélica que ha cambiado el aliento por reproche pero que no reclamará el milagro de la salvación y que a poco que reciba volverá a creer.

Parte de la dignidad pasa por lo futbolístico, donde Vázquez asume una tarea titánica. Recoge las cenizas de un proyecto desgastado por los viajes extremos de Oltra y Paciência. El péndulo ansía detenerse en un punto de equilibrio, un lugar que apenas ha visto de reojo.

La dignidad también está en la cabeza. Los frecuentes golpes han hecho mella en una plantilla que guarda más fútbol del que muestra. Ser colista no sale gratis, y Vázquez debe invertir tiempo en la recuperación mental.

El resto del orgullo reside en la identidad. Hay poco a lo que agarrarse, pero algo queda. El cariño incondicional a Valerón, la lucha desbocada de Riki o el respeto a los colores de un Álex Bergantiños convertido en capitán en funciones son fotogramas para construir un relato nuevo.

Con dignidad, el camino será tolerable. Sin ella, sólo resta agonía y ruptura, la lucha sin fe de un equipo despojado de los escasos argumentos que lo mantenían en pie.

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