VF es el blog de opinión y análisis de Pablo Muñoz

viernes, 8 de marzo de 2013

Guarda el machete

Primero, el golpe. Innecesario y a destiempo. "Dónde irías", le rosman desde la grada mientras Fernando Vázquez, manos en los bolsillos, da la espalda a la escena porque se la sabe de memoria. Es la segunda. Otra palada de tierra sobre el cajón del muerto. Después, solo un instante antes de la confirmación en rojo, el tic de siempre y el hombre muta en su propia caricatura: los hombros se encogen mientras la sonrisa se estira burlona.

Se ríe Carlos Marchena. Es lo último que ven los árbitros antes de anotar la infracción en el reverso de la cartulina. A estas alturas, el bolígrafo no necesita mucho deletreo. Ya sabe quién es "Marchena López MARCHENA", como consta en más de un centenar de actas arbitrales que le sitúan tras los pasos del mítico Alexanco, el más tarjeteado de la historia de la Liga con 148 amonestaciones.

A sus 33 años, el andaluz apura los penúltimos sorbos de competición. Su carrera se asoma al final manchada por un descenso con el Villarreal que podrían ser dos en unas semanas. Del campeón coronado en Viena con la selección española apenas quedan retazos. Cinco años marcan la frontera entre la plenitud y el ocaso. Le quedan grandes el machete que dejó en herencia Martín Lasarte y la alargada sombra de Diego Colotto.

Claro que la versión ajada del mariscal que le ha tocado al Dépor no desentona en una zaga ruinosa, la peor en un cuarto de siglo en Riazor. Marchena no es el único que se aferra al pasado para evitar un presente que le delata. Al menos puede mirar atrás, por triste que sea el consuelo. Otros, la mayoría, contribuyen activamente al desparrame semanal sin galones de otras batallas ni méritos para lograrlos.

jueves, 28 de febrero de 2013

El entusiasta contagioso

Desde que Fernando Vázquez tomó posesión del banquillo de Riazor el escenario no ha dejado de empeorar. Paciência se lavó las manos a 6 puntos de una salvación que ahora, tras dos derrotas, se ha estirado hasta los 9. Más distancia con dos fechas menos en la cuenta atrás hacia el abismo.

Pero Vázquez es un ciclón de entusiasmo. Vive a años luz del marchito Paciência. Se mueve con la energía propia del que quiere recuperar el tiempo perdido tras una eternidad alejado del foco, que intuye que este tren puede ser el último y que, en realidad, cumple un sueño mil veces soñado, por más que la versión real de la fantasía resulte tan precaria.

Se ha encargado de llevar su discurso a cada rincón para contar a todos que es posible. Se ha sobreexpuesto a los medios, se ha girado para animar al aficionado y ha derrochado horas de terapia con una plantilla experta en tropezar. Los resortes están activados. Algo late otra vez.

Claro que con palabras no bastará. Se detecta cierto progreso futbolístico, sometido todavía a la sospecha fundada de que ante el Madrid todos los jugadores dan algo más. Los reacios al "vazquismo" hablarán incluso de "ficción", razonando que el Deportivo apenas contuvo a un Madrid plagado de secundarios. Al fin y al cabo, el espejismo del estreno de Paciência todavía está fresco en la retina. Sin embargo, cuando el técnico de Castrofeito habla de "inteligencia estratégica" y se analiza el primer tiempo ante los blancos, es más fácil acordarse de "Arrigo" Vázquez que permanecer pasivo a la llamada.

El efecto multiplicador de una victoria convertiría la fe renovada en algo más. Pero es ahora o nunca.

jueves, 21 de febrero de 2013

Clavos ardiendo para el Dépor - Madrid

El territorio de la fe comienza en el punto en que la ciencia se planta. Es una trampa mental que se activa cuando los resultados de la experimentación renuncian a la tarea de abogado defensor. La fe es producto de la obstinación humana por rechazar el sufrimiento. La paradoja se da cuando, en pleno empecinamiento, el creyente recurre a discursos razonables para alimentar su credo. Objetivizar la fe. La ciencia como aliado bastardo de su mayor enemigo.

Eso haremos. Buscar razones que alimenten al optimista. Un ejercicio de negación de lo obvio que permita encontrar esperanza para el Deportivo ante un duelo tan desigual como el de este sábado. Aunque débil, hay pulso en el enfermo y señales de vida en el monitor. Pero el peso del argumentario se sostiene más en los defectos del rival que en la confianza en las virtudes propias.

Desmotivación
A 16 puntos del líder y con 7 de margen sobre el cuarto, el Madrid se ha quedado sin objetivos en Liga. Ni opta al campeonato ni peligra su clasificación directa para Champions. El desinterés se traduce en una trayectoria pobre con derrotas en Granada o Getafe y un empate sin goles en Pamplona. Enfrente estará un Dépor en deuda con su afición, extremadamente necesitado, que estrena técnico como local y que no debería precisar más argumento que el rival para encontrar una estimulación extra. Dos estados de ánimo tan distantes que tendrán su reflejo en cada centímetro del terreno de juego.

Calendario
Con la Liga como objetivo descartado, el gigante blanco concentrará sus esfuerzos en Copa y Champions. En el torneo del KO ha de levantar el 1-1 del Bernabéu ante el Barça en el Camp Nou sólo 3 días después del choque de Riazor. La lógica invita a reservar el 11 "bueno" para el encuentro del martes en la ciudad condal. Las rotaciones madridistas deben ser un aliado más del Dépor. Por si el clásico no bastase para optar por ahorrar energía a los actores principales, la cuesta arriba gana pendiente en las dos siguientes etapas, con nuevo cara a cara ante el Barça en Chamartín - esta vez liguero - y la resolución de la eliminatoria de Champions en Old Trafford.

Bajas
Además de las rotaciones propias a las que obliga el calendario, Mourinho pierde a dos fijos como Sergio Ramos por sanción y Xabi Alonso por problemas físicos. También es baja Iker Casillas, todavía en fase de recuperación de la fractura de un dedo.

Vestuario dividido
La profunda brecha interna en la caseta blanca, provocada por un Mourinho bordando su propio personaje  y acrecentada por la cuota de poder que reclaman los abanderados de la "autogestión", puede ser un factor más a favor del Deportivo.

Balón parado
El Dépor no necesitará alardes para comprometer la portería rival. El Madrid ha encajado 14 goles a balón parado en lo que va de temporada, casi un tercio del total de tantos recibidos. Pizzi se perfila como una de las llaves del partido. El portugués ajusta su punto de mira para hacer dudar a un portero notable bajo el larguero pero que sufre alejado de la línea de gol.

Maldición
Dos victorias en las 23 últimas visitas* hacen de Riazor un escenario árido para el Madrid. El balance se completa con 8 empates y 13 victorias locales. El maleficio es tal que, durante el período del que hablamos, Riazor es el campo en el que menos puntos ha sumado el Madrid (13**), incluso por debajo del Camp Nou (15).

Evaldo y Kaká
El lateral brasileño es el contribuyente más activo del desastre defensivo del equipo. La entrada de Ayoze en su lugar sólo puede reducir la inseguridad. Del mismo modo, la recuperación de Marchena parece aumentar las garantías de una línea cuya fragilidad ha hundido al Dépor en la tabla.

Pizarra
El Madrid ha encontrado enormes dificultades este año para descifrar partidos sin espacios. Ante rivales que le niegan la opción de galopar, la calidad blanca se encasquilla. Lo contrario será un suicidio y Vázquez lo sabe.

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*   La estadística cuenta visitas, no años, para salvar el desfase de la temporada 2011/12, en la que el R. C. Deportivo militó en Segunda División y, por tanto, el Madrid no jugó en Riazor.

** El cálculo se ha realizado teniendo en cuenta que, hasta la temporada 1995/96, las victorias se premiaban con 2 puntos. Si "actualizamos" el cálculo generalizando los 3 puntos por victoria, habría que sumar un punto más al Madrid y alcanzaría los 14, manteniéndose igualmente el registro de Riazor como campo menos fructífero para los blancos.

martes, 12 de febrero de 2013

Muerte digna

Fernando Vázquez ni se lo pensó. Al fin y al cabo, quién dudaría ante un golpe de suerte de tal calibre. Mucho que ganar, poco que perder. El de Castrofeito cumple el sueño de entrenar en Riazor y de paso regresa al fútbol de élite tras 6 años alejado de los banquillos. A cambio, ¿acaso alguien le exigirá resucitar a un muerto? Bastará con que el difunto reciba un final digno.

Porque la indignidad es lo único que ha sido capaz de quebrar a una afición modélica que ha cambiado el aliento por reproche pero que no reclamará el milagro de la salvación y que a poco que reciba volverá a creer.

Parte de la dignidad pasa por lo futbolístico, donde Vázquez asume una tarea titánica. Recoge las cenizas de un proyecto desgastado por los viajes extremos de Oltra y Paciência. El péndulo ansía detenerse en un punto de equilibrio, un lugar que apenas ha visto de reojo.

La dignidad también está en la cabeza. Los frecuentes golpes han hecho mella en una plantilla que guarda más fútbol del que muestra. Ser colista no sale gratis, y Vázquez debe invertir tiempo en la recuperación mental.

El resto del orgullo reside en la identidad. Hay poco a lo que agarrarse, pero algo queda. El cariño incondicional a Valerón, la lucha desbocada de Riki o el respeto a los colores de un Álex Bergantiños convertido en capitán en funciones son fotogramas para construir un relato nuevo.

Con dignidad, el camino será tolerable. Sin ella, sólo resta agonía y ruptura, la lucha sin fe de un equipo despojado de los escasos argumentos que lo mantenían en pie.

lunes, 11 de febrero de 2013

Adiós, Paciência

Lluvia contra el parabrisas. Domingos Paciência pisa el acelerador de su coche dirección sur por la AP-9. Conduce de vuelta a Oporto tras firmar su finiquito en la sede social del Deportivo. Deja en herencia un solar y una espantada que pretende vestir de honestidad. El balance de puntos del portugués es tan pobre que hasta las matemáticas están a punto de dimitir de la causa deportivista.

Desde la cuneta observan el sainete los cadáveres del técnico, sacrificados para blindar a un Dépor que se descosía desde atrás. Los primeros en caer fueron los sospechosos habituales: Valerón y Juan Domínguez, inservibles para el fútbol de trinchera, de golpe y vértigo, diseñado por el estratega luso. A su lado, Pablo Insua, demasiado tierno para encajar en la experta defensa que Paciência planeaba.

El estreno ante el Málaga legitimó las drásticas medidas. Un espejismo. Mes y medio después, la nada. Carreras sin guión y el balón convertido en un extraño, con André Santos como paradigma de los defectos de un equipo sin brújula. Ni rastro del escaso legado positivo de Oltra, tampoco de la recuperación defensiva a pesar de los tres fichajes invernales a la carta.

El fracaso de la propuesta se concreta con la huida del técnico pero se escenificó ya durante el partido ante el Granada, en el que un Paciência ausente fue incapaz de salir de su banquillo a pesar de la deriva de los suyos sobre el césped. La decisión ya estaba tomada, el resto fue atrezo. Son formas que hacen daño, que aumentan el ruido alrededor del club, pero el fondo del asunto es que pocos echarán de menos a Domingos.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Boronat, el ilustrado incomprendido

El deportivismo no recuerda con agrado a Marco Antonio Boronat. Apartó al héroe del ascenso y a punto estuvo de devolver al equipo a Segunda, destino que evitó Arsenio Iglesias acudiendo al rescate sobre la bocina. Su historia en los banquillos es la de un gran segundo entrenador pero un mediocre primer espada, a pesar de la insistencia del destino en colocarlo en el lugar correcto en el momento adecuado.

El técnico vasco llegó al Deportivo de rebote. Tras el ascenso a Primera ante el Murcia, Arsenio dijo "basta". El de Arteixo entendió que el cupo de emociones estaba cubierto por un tiempo y Lendoiro se sacó de la manga, y de Rusia, a Oleg Ivanovich Romantsev. Su Spartak, con Karpin, Mostovoi y Radchenko en plena irrupción, había acariciado esa misma campaña la final de la Copa de Europa. Pero el mítico preparador desapareció de A Coruña sin dar explicaciones dos días después de aterrizar y siguió a lo suyo en su club de siempre, con el que levantaría 8 Ligas y 4 Copas más.

Tras esfumarse Romantsev, el club pensó en Boronat. Hacía sólo unos meses de su salida de la Real Sociedad tras 26 años como txuri urdin. Donostiarra, forjó su trayectoria en exclusiva en Atocha. Sobre el césped, como fino extremo izquierdo; después, pasaría una década a la sombra de Ormaetxea y Toshack en la mejor Real de la historia. Con el primero logró 2 Ligas (80-81 y 81-82) y un subcampeonato (79-80); con el galés, una Copa del Rey, otro segundo puesto en Liga y un subcampeonato copero.

Sin las obligaciones del primer técnico, Boronat visitaba con frecuencia Inglaterra. En las islas trabajaba para el club pero también para completar su formación. Elaboraba informes sobre futbolistas, asistía a entrenamientos, ampliaba sus conocimientos sobre preparación física. Liverpool, plaza conocida por Toshack, era parada habitual en sus escapadas. Colocó a Zubieta en una dimensión moderna aplicando los secretos que "robaba" de la cuna del fútbol.

Su conversión en primer entrenador de la Real, igual que su posterior llegada al Dépor, se produciría tras una espantada. A falta de 8 partidos para el final de la temporada 88-89, el Real Madrid fijó sus ojos en J. B. Toshack y acordó con la Real su traspaso. Boronat tomó el mando de las operaciones, acabó la temporada en curso e inició la 89-90 como técnico donostiarra tras una década como secundario de lujo.

Bajo su mandato, el club pondría fin a 25 años sin fichar extranjeros. Fascinado por el fútbol británico, el encargado de romper la tradición sólo podía llegar de las islas. El punta John Aldridge se ganó al respetable de Atocha a base de goles y Boronat colocó en quinta posición a una Real en la que ya no estaba gran parte del equipo campeón de Liga. Entre los ausentes, el mítico Arconada, sustituido en la meta por un González que años más tarde tendría su triste minuto de gloria en Riazor.

El siguiente invierno sería el último de Boronat en su casa. Con la Real en puestos de descenso y Toshack destituido en el Madrid, el club guipuzcoano se las ingenió para que el galés volviese a Donostia. Echó a Boronat y nombró a J. B. director deportivo para burlar el reglamento que impide entrenar a dos equipos en un mismo año, situando en el banquillo a un "hombre de paja" procedente del filial.

El resto de la historia es más conocido. Ese verano Boronat llegó a un Riazor que todavía olía al fuego de la cubierta de preferencia que se llevó el meigallo ante el Real Murcia. Los dos goles de Stojadinovic elevaron al serbio a categoría de icono de una afición cansada de la "longa noite de pedra". Intocable. Pero el técnico vasco se lo tomó en sentido literal. "Stoja" no contaba en la Liga, apenas aperecía en la Copa y para finales de septiembre había solicitado al club rescindir su contrato. La grada cerró filas en torno al serbio y los resultados tampoco ayudaron a un Boronat que sería destituido a falta de 8 encuentros, a tiempo para que Arsenio salvase al Dépor en la promoción ante el Betis.

domingo, 3 de febrero de 2013

Crisis de modelo

El fútbol sin matices que ha dispuesto Paciência para el Dépor mostró en Getafe su peor cara. El luso ha renunciado al balón para blindarse atrás y cada semana acentúa más su guión plano sin que, como contrapartida, aumente la solidez defensiva. "Tú el balón; yo los espacios", planeó Domingos, que musculó el medio campo y renunció a la manija. Ahora, en pleno viaje iniciático hacia el lado oscuro, el Deportivo se ha topado con el sabor amargo del resultadista que no tiene resultados.

En Getafe, Paciência eliminó de la ecuación a André Santos, irrelevante en su tarea (?), pero la operación sigue sin cuadrar. Recuperar a la medular blanquiazul de su encefalograma plano no pasa por excluir elementos que no aportan algo distinto sino por incluir a los que pueden hacerlo. Se busca un jugador que ofrezca soluciones combinativas en la parte central del terreno de juego, que sume criterio y posesión. Un perfil distinto para el papel de medio centro liberado escoltado por pivotes de corte defensivo.

Pero el entrenador portugués no es el único responsable de que el plan se frustre. Los futbolistas parecen empeñados en el auto boicot, igual que lo parecían con Oltra. Se afanan en desmontar cualquier teoría que avale su legitimidad como profesionales, lo que complica y mucho la puesta en escena semanal, cualquiera que ésta sea. La plantilla está instalada en un bucle de despropósitos que promete no repetir pero acaba reproduciendo.

En mitad del camino, sin afinar aún su propuesta ni tiempo para hacerlo, el Dépor ha de reaccionar o despedirse de sus opciones.

miércoles, 30 de enero de 2013

El trivote de Paciência

Tras un estreno más que prometedor, el "efecto Domingos" parece haberse diluido. La puesta en escena de su debut convenció por su ejecución mecánica y su eficacia, aunque cualquier valoración quedaba en cuarentena por el vigor extra que siempre acompaña a los cambios en el banquillo. Un mes después, se acumulan las dudas acerca de un método extremo, necesitado de matices, que apuesta por el espacio en lugar del balón, el músculo en lugar del tacto y que requiere una importante disciplina táctica.

El luso ha optado por especializar a su equipo en una serie de tareas destinadas a la supervivencia defensiva. Lo ha hecho partiendo de una situación de partido muy determinada. Cuando el resultado, o el rival, llevan el choque a otra vía, la excesiva rigidez del plan Paciência, determinado sobre todo por la elección de jugadores, se convierte en una camisa de fuerza que maniata la respuesta blanquiazul. En su afán tacticista, de brega y presión, se ha dejado por el camino el fútbol.

El trivote formado por Álex, Assunçâo y André Santos ha mostrado evidentes dificultades para mantener la posesión y salirse del guión que dicta robo y transición rápida. De este modo, cuando el Dépor no recupera pronto, es incapaz de armar una jugada desde atrás si no es a través de una acción individual o un balón en largo, soluciones que suelen acabar en pérdida.

De los tres vértices del triángulo central, precisamente el llamado a ser la bisagra entre el medio del campo y la delantera, el futbolista llave del equipo, apenas ha dado pistas sobre sus aptitudes. André Santos suma kilómetros en su contador sin que su influencia en el juego sea detectada. Ni robo, ni último pase, ni llegada. La lógica indica que la combinación que anhela el entrenador para el tridente es la formada por Bergantiños, Assunçâo y Abel Aguilar. Pero mientras las sanciones y las lesiones impidan su alineación conjunta, resulta artificial mantener el esquema y seguir apostando por el joven portugués.

jueves, 24 de enero de 2013

El Deportivo de los vascos

Cada verano, Jon Aspiazu acude a una cita con sabor a Dépor. Se celebra a muchos kilómetros de la ciudad donde fue feliz y a la que vuelve este fin de semana como segundo entrenador del Valencia. Ejerce de anfitrión de este encuentro anual, en su casa de Vitoria, el también ex blanquiazul Peio Uralde. El delantero vitoriano invita a comer, aunque Jon sabe que si le dejan revolverse en el área habrá prórroga y penaltis y la comida puede acabar en cena. En la convocatoria figuran otros ilustres como Martín Lasarte, Santi Francés o Alberto Albístegui. Cromos de un equipo rocoso, peleón, de fútbol sin gomina, vestuario modesto que puso las primeras piedras del Súper Dépor y de todo lo que vendría después.

Aspiazu llegó a Riazor en el año 87, a un Deportivo que no pisaba Primera desde junio de 1973. Cogió la maleta y dejó el Sestao, donde compartía vestuario con Ernesto Valverde y José Luis Mendilíbar a las órdenes de Jabo Irureta. Cambió la tranquilidad de su casa por un club convulso en el que hizo la pretemporada con Eusebio Ríos, comió el turrón con Rodríguez Vaz y salvó la temporada con muchísimos apuros de la mano de Arsenio Iglesias. Entre medias, el mediocentro bilbaíno arropó al imberbe Fran en sus primeras carreras profesionales.

Las tres siguientes campañas reservaban a Aspiazu y sus compañeros de mesa logros de mayor trascendencia que los sudores de evitar el pozo de Segunda B. El vizcaíno se convirtió en indiscutible en la sala de máquinas de un equipo en el que eran habituales Lasarte, Gil, Fran, Vicente o Raudnei. Juntos vivieron, y rememoran, la semifinal de Copa robada en Zorrilla y que habría servido para jugar la Recopa de Europa. Soriano Aladrén impidió lo que entonces se lloró como una oportunidad única.

Aquel Dépor de los vascos despegó en la siguiente campaña, la 89-90. Tuvo opciones de ascenso directo hasta la penúltima jornada, pero cayó en Chapín y hubo de conformarse con la promoción. Tras un partido de ida en el Heliodoro en el que los coruñeses fueron superiores al Tenerife a pesar del empate sin goles, el 0-1 una semana después en Riazor devolvió el sabor amargo de otra ocasión irrepetible que se escurría.

Lo que no sabía aquel grupo era que no sólo no era irrepetible, sino que se mejoraría el año siguiente. El Deportivo llegó a la última jornada ante el Murcia para vivir la historia mil veces contada del incendio de la cubierta de Preferencia, los dos goles de Stojadinovic y el ansiado ascenso. Para algunos, como el propio Aspiazu o Uralde, que había jugado el mundial 82, el ascenso significó el último hito relevante en sus carreras; otros, como Santi Francés, ni siquiera llegaron a sentir el tacto de la Primera División. Pero es un trozo de historia que les pertenece, como son suyos también, en parte, los capítulos que escribieron los que vinieron detrás.

jueves, 17 de enero de 2013

La dimensión de una leyenda

La historia de Fran es la de un tirillas al que su hermano mayor llevó a A Coruña para convertirse en una leyenda del Real Club Deportivo. Cuando salió de Frións, en Carreira, apenas imaginaba hacia dónde iba. Se fió de José Ramón, que insistió en que le pegaba bien a la pelota e hizo de su representante hasta que el balón habló más y mejor que él.

Un cuarto de siglo después, celebramos haber disfrutado al gran talento contemporáneo del fútbol gallego, a un icono difícil de superar. Nadie ha defendido la camiseta blanquiazul en más ocasiones. Jamás vistió otra. Alzó todos los títulos del club y estuvo presente en las mayores gestas de su historia, poniendo nuestro acento en todos los templos del balompié continental y representando como nadie la etapa más gloriosa de la entidad herculina.

Con números similares, aunque con mayor peso en sus combinados nacionales, otros "one club man" como Steven Gerrard o Francesco Totti son figuras que trascienden Liverpool y Roma. Lo hacen porque encarnan la trayectoria que cualquier hincha soñaría para sus colores, el modelo que querría enfundado en la zamarra que agita su pasión.

Fran era un extraño en la banda. Sin velocidad, se las tuvo que ingeniar para desequilibrar en un hábitat reservado para pisar el acelerador. Su gran talento era otro que resiste mejor el paso de los años. Desde el exilio del costado zurdo demostró ser un superdotado para la asociación. Su influencia en el juego combinativo inclinó el campo hacia sí dirigiendo al equipo desde la izquierda y cayendo al centro para ampliar el mapa de carreteras. Con escuadra y cartabón destripó como nadie la espalda rival. El mejor socio de la pelota sembró vida a su paso: en la banda, hizo internacionales a los laterales que supieron complementarse con él; en el área, lanzó hacia el gol a artistas del desmarque y la definición. Fran era pausa, amago, inteligencia, último pase.

La historia quiso que el de Carreira adornase al mejor Dépor de la historia. Pero la suerte que el destino le concedió en su club se la negó con España. En la edad de piedra del fútbol español, cuando los centrales jugaban de cerebro y Salinas pescaba goles, a años luz de los "bajitos", Javier Clemente no encontró sitio para O Neno. Pero no es culpa del "Rubio de Barakaldo", sino de Fran, por cometer semejante error generacional. Resulta casi más amargo que grato recordar el 9-0 a Austria en Mestalla, como muestra de lo que pudo ser y no fue. Un festival de fútbol junto a Guardiola y Valerón, digno prólogo de la historia que otros escribirían casi una década después.

lunes, 14 de enero de 2013

Por orden de urgencia

Entre los problemas que han llevado al Deportivo a la cola de la clasificación, el más grave es la fragilidad defensiva. Paciência sabe que sin corregir la sangría atrás el futuro no existe y ha empezado por ahí, por lo más urgente. A golpe de pizarra y doble sesión, el luso se esmera en construir a un equipo especialista en frenar al rival y hacer daño sin destaparse.

El siguiente paso será encontrar un once de referencia, una vez que los jugadores que ha pedido estén en condiciones de aportar. La reconstrucción pasa por un orden general, pero hasta el mejor sistema defensivo resulta vulnerable con una vía de agua como la que presenta el Dépor por la izquierda, con un jugador del que apenas se puede salvar el ímpetu. Urge un relevo que dé seguridad a un sector acribillado, con buen criterio, por los rivales.

Pero el problema atrás no es sólo cuestión de corte sino también de confección. Con el plan A, el de recuperar gracias a la presión en el centro del campo y salir rápido hacia el arco rival, el Dépor no sufre. Paciência ha optado por un cóctel de jugadores sacrificados, de gran despliegue físico, y hombres incisivos y verticales. La mezcla ejecuta con solvencia lo que quiere el entrenador. Pero cuando el rival supera el trabajo de presión y el Dépor tiene que empezar la jugada desde la línea de zagueros asoman las carencias constructivas. Los laterales apenas aportan soluciones a la salida de la pelota, mientras que el perfil de los futbolistas de la medular tampoco ayuda a armar juego desde atrás. Terreno abonado para el acostumbrado eslalon de Marchena a golpe de corneta o de regalos al rival en forma de balón en largo. El plan B requiere retoques, salvo que éste sea alejar el balón de la propia portería para dárselo al rival y reiniciar la estrategia defensiva con el plan A.

Las dificultades para mantener la pelota y el gusto por las posesiones cortas con transiciones rápidas pueden meter demasiado atrás al Dépor. Ante la Real, con 0-1, el equipo apenas supo controlar el partido desde la posesión. Siguió corriendo, golpeando, llevando el juego a un ritmo alto en lugar de ponerle cloroformo. Del mismo modo, un perfil más constructivo será necesario cuando el resultado no acompañe y no baste con esperar. Precisiones que Domingos pulirá por orden de urgencia; lo primero, mejorar la cifra de goles encajados, va por buen camino.

viernes, 11 de enero de 2013

El penúltimo regate de Lendoiro

Sería absurdo no conceder al concurso de acreedores del Deportivo la gravedad que implica. Sin embargo, resulta excesiva la dimensión que ha adquirido el asunto debido al "factor Lendoiro". La desnaturalización del proceso viene dada por el rosario de filias y fobias que despierta el de Corcubión, obviando una panorámica que habla de casi 30 clubes españoles que han optado por esta medida.

Del mismo modo, salir de la trinchera permite conciliar la cosmética con la planificación. La serie de renovaciones anunciada por Lendoiro obedece a los tiempos del proceso concursal y a una estrategia de distracción. El presidente blanquiazul ha rodeado de ruido el día que marca un antes y un después en 25 años de mandato. Ha puesto el club en manos de la Administración tras una victoria varios meses después, el efecto Domingos, 2 fichajes y 7 renovaciones. En definitiva, en una situación de suma precariedad ha jugado sus escasas bazas con relativa eficacia.

Pero asumir que Lendoiro ha utilizado de modo estratégico sus recursos, aplazando su anuncio hasta el momento clave, no resta importancia al fondo de la cuestión, la planificación deportiva. De un plumazo vertebra el equipo de la próxima temporada y amplifica su golpe de efecto renovando a más jugadores en un mes que en la última década, a pesar de la desconfianza que podría generar la situación actual de la entidad. Ficción o realidad, el día después la sensación es que la vida sigue.

domingo, 6 de enero de 2013

Agresividad asumible

La pizarra de Riazor vuelve a la Tierra. La táctica abandona discursos de grandeza y se aferra a la realidad para pelear por la permanencia. El plan es sencillo. Tanto que en apenas media docena de sesiones la plantilla del colista parece haberlo asimilado.

Oltra soñaba con un equipo que recuperara la pelota pronto y cerca de la meta rival. Creyó que, para lograrlo, sus hombres debían presionar la salida del contrario desde el nacimiento mismo de la jugada, al borde del área enemiga. Trazó un plan utópico y eligió para él a los futbolistas menos capaces para su desempeño. El resultado fue una presión ineficaz y un equipo largo, con distancia entre líneas, fácil de atacar por su excesiva exposición.

Paciência parece haber delimitado a una franja del terreno mucho menor el esfuerzo defensivo. Cava una trinchera en la línea divisoria y adelanta la defensa, preparando una emboscada al rival en la que no faltará juego subterráneo. Agrupado en pocos metros, el equipo logra una presión eficaz y aprovecha la velocidad a la contra. Los esfuerzos para encimar al rival son más cortos y acompañados, un recurso táctico que hace que los hombres del centro del campo corran menos pero de modo más eficiente. Un posicionamiento que nos regala la ficción de un Pizzi y un Bruno más trabajadores cuando en realidad lo que hacen es ocupar mejor los espacios recorriendo menos kilómetros.

Como resultado, el primer ensayo de Domingos nos deja la paradoja de un Dépor que, a pesar de retrasar la línea de presión, recupera la pelota más arriba que con Oltra. Al mismo tiempo, el planteamiento del portugués permite desempolvar el contragolpe, un arma infrautilizada hasta ahora pese a la velocidad de los hombres de vanguardia.

viernes, 4 de enero de 2013

Valerón, el homicida involuntario

Tarde o temprano, Valerón acaba por convertirse en un problema para el entrenador. Muy a su pesar, es el arma arrojadiza preferida del integrismo de ambos bandos, tanto de los creyentes de la iglesia valeroniana como de los que entienden que ya no está para jugar. Representó un grave conflicto para Lotina, por renunciar a él, y lo ha sido para Oltra, por ponerlo en exceso. Domingos ha de manejar la situación con justicia e inteligencia.

El de Meñaka sentó al Flaco y abrió un debate que siempre se pierde, defienda uno lo que defienda. Pero el pecado más grave no fue la suplencia del 21 sino que Lotina se cerró en banda y convirtió la decisión en algo personal, desatendiendo necesidades puntuales del equipo. Sólo muy al final, a la desesperada, tiró de Valerón.

Oltra, avalado por el de Arguineguín por su forma de entender el fútbol, optó por el camino más fácil. Valerón y diez más. Hizo indiscutible a un hombre de 37 años y articuló el once a su alrededor. En ataque, convirtió un recurso en el plan y acabó por apagar al Flaco por abuso y al equipo por falta de alternativas. En defensa, el técnico valenciano no entendió la incompatibilidad de presionar arriba con la coincidencia en la alineación de Pizzi, Valerón y Bruno, y si lo hizo se negó a elegir a quién sacrificar para que la idea fuese viable. Sólo en Cornellá, al borde del abismo, renunció a su piedra filosofal sentando al canario. Como Lotina, únicamente en la desesperación traicionó sus principios.

Domingos Paciência, recién llegado, ha ensayado un centro del campo sin Valerón para recibir al Málaga. Por su concepción táctica, el luso está más cerca del Dépor de la primera parte de Cornellá con Salomâo, Pizzi y Bruno Gama juntos. Fue un equipo más sacrificado pero, sobre todo, más rápido en las transiciones después de recuperar el balón. Domingos se encomienda al repliegue, presión en campo propio y vértigo en la contra. Un corsé táctico sin hueco, en principio, para Valerón. Sin embargo, la estrategia ha de adaptarse al partido y habrá momentos para el genio que el sustituto de Oltra deberá aprovechar.