VF es el blog de opinión y análisis de Pablo Muñoz

miércoles, 30 de enero de 2013

El trivote de Paciência

Tras un estreno más que prometedor, el "efecto Domingos" parece haberse diluido. La puesta en escena de su debut convenció por su ejecución mecánica y su eficacia, aunque cualquier valoración quedaba en cuarentena por el vigor extra que siempre acompaña a los cambios en el banquillo. Un mes después, se acumulan las dudas acerca de un método extremo, necesitado de matices, que apuesta por el espacio en lugar del balón, el músculo en lugar del tacto y que requiere una importante disciplina táctica.

El luso ha optado por especializar a su equipo en una serie de tareas destinadas a la supervivencia defensiva. Lo ha hecho partiendo de una situación de partido muy determinada. Cuando el resultado, o el rival, llevan el choque a otra vía, la excesiva rigidez del plan Paciência, determinado sobre todo por la elección de jugadores, se convierte en una camisa de fuerza que maniata la respuesta blanquiazul. En su afán tacticista, de brega y presión, se ha dejado por el camino el fútbol.

El trivote formado por Álex, Assunçâo y André Santos ha mostrado evidentes dificultades para mantener la posesión y salirse del guión que dicta robo y transición rápida. De este modo, cuando el Dépor no recupera pronto, es incapaz de armar una jugada desde atrás si no es a través de una acción individual o un balón en largo, soluciones que suelen acabar en pérdida.

De los tres vértices del triángulo central, precisamente el llamado a ser la bisagra entre el medio del campo y la delantera, el futbolista llave del equipo, apenas ha dado pistas sobre sus aptitudes. André Santos suma kilómetros en su contador sin que su influencia en el juego sea detectada. Ni robo, ni último pase, ni llegada. La lógica indica que la combinación que anhela el entrenador para el tridente es la formada por Bergantiños, Assunçâo y Abel Aguilar. Pero mientras las sanciones y las lesiones impidan su alineación conjunta, resulta artificial mantener el esquema y seguir apostando por el joven portugués.

jueves, 24 de enero de 2013

El Deportivo de los vascos

Cada verano, Jon Aspiazu acude a una cita con sabor a Dépor. Se celebra a muchos kilómetros de la ciudad donde fue feliz y a la que vuelve este fin de semana como segundo entrenador del Valencia. Ejerce de anfitrión de este encuentro anual, en su casa de Vitoria, el también ex blanquiazul Peio Uralde. El delantero vitoriano invita a comer, aunque Jon sabe que si le dejan revolverse en el área habrá prórroga y penaltis y la comida puede acabar en cena. En la convocatoria figuran otros ilustres como Martín Lasarte, Santi Francés o Alberto Albístegui. Cromos de un equipo rocoso, peleón, de fútbol sin gomina, vestuario modesto que puso las primeras piedras del Súper Dépor y de todo lo que vendría después.

Aspiazu llegó a Riazor en el año 87, a un Deportivo que no pisaba Primera desde junio de 1973. Cogió la maleta y dejó el Sestao, donde compartía vestuario con Ernesto Valverde y José Luis Mendilíbar a las órdenes de Jabo Irureta. Cambió la tranquilidad de su casa por un club convulso en el que hizo la pretemporada con Eusebio Ríos, comió el turrón con Rodríguez Vaz y salvó la temporada con muchísimos apuros de la mano de Arsenio Iglesias. Entre medias, el mediocentro bilbaíno arropó al imberbe Fran en sus primeras carreras profesionales.

Las tres siguientes campañas reservaban a Aspiazu y sus compañeros de mesa logros de mayor trascendencia que los sudores de evitar el pozo de Segunda B. El vizcaíno se convirtió en indiscutible en la sala de máquinas de un equipo en el que eran habituales Lasarte, Gil, Fran, Vicente o Raudnei. Juntos vivieron, y rememoran, la semifinal de Copa robada en Zorrilla y que habría servido para jugar la Recopa de Europa. Soriano Aladrén impidió lo que entonces se lloró como una oportunidad única.

Aquel Dépor de los vascos despegó en la siguiente campaña, la 89-90. Tuvo opciones de ascenso directo hasta la penúltima jornada, pero cayó en Chapín y hubo de conformarse con la promoción. Tras un partido de ida en el Heliodoro en el que los coruñeses fueron superiores al Tenerife a pesar del empate sin goles, el 0-1 una semana después en Riazor devolvió el sabor amargo de otra ocasión irrepetible que se escurría.

Lo que no sabía aquel grupo era que no sólo no era irrepetible, sino que se mejoraría el año siguiente. El Deportivo llegó a la última jornada ante el Murcia para vivir la historia mil veces contada del incendio de la cubierta de Preferencia, los dos goles de Stojadinovic y el ansiado ascenso. Para algunos, como el propio Aspiazu o Uralde, que había jugado el mundial 82, el ascenso significó el último hito relevante en sus carreras; otros, como Santi Francés, ni siquiera llegaron a sentir el tacto de la Primera División. Pero es un trozo de historia que les pertenece, como son suyos también, en parte, los capítulos que escribieron los que vinieron detrás.

jueves, 17 de enero de 2013

La dimensión de una leyenda

La historia de Fran es la de un tirillas al que su hermano mayor llevó a A Coruña para convertirse en una leyenda del Real Club Deportivo. Cuando salió de Frións, en Carreira, apenas imaginaba hacia dónde iba. Se fió de José Ramón, que insistió en que le pegaba bien a la pelota e hizo de su representante hasta que el balón habló más y mejor que él.

Un cuarto de siglo después, celebramos haber disfrutado al gran talento contemporáneo del fútbol gallego, a un icono difícil de superar. Nadie ha defendido la camiseta blanquiazul en más ocasiones. Jamás vistió otra. Alzó todos los títulos del club y estuvo presente en las mayores gestas de su historia, poniendo nuestro acento en todos los templos del balompié continental y representando como nadie la etapa más gloriosa de la entidad herculina.

Con números similares, aunque con mayor peso en sus combinados nacionales, otros "one club man" como Steven Gerrard o Francesco Totti son figuras que trascienden Liverpool y Roma. Lo hacen porque encarnan la trayectoria que cualquier hincha soñaría para sus colores, el modelo que querría enfundado en la zamarra que agita su pasión.

Fran era un extraño en la banda. Sin velocidad, se las tuvo que ingeniar para desequilibrar en un hábitat reservado para pisar el acelerador. Su gran talento era otro que resiste mejor el paso de los años. Desde el exilio del costado zurdo demostró ser un superdotado para la asociación. Su influencia en el juego combinativo inclinó el campo hacia sí dirigiendo al equipo desde la izquierda y cayendo al centro para ampliar el mapa de carreteras. Con escuadra y cartabón destripó como nadie la espalda rival. El mejor socio de la pelota sembró vida a su paso: en la banda, hizo internacionales a los laterales que supieron complementarse con él; en el área, lanzó hacia el gol a artistas del desmarque y la definición. Fran era pausa, amago, inteligencia, último pase.

La historia quiso que el de Carreira adornase al mejor Dépor de la historia. Pero la suerte que el destino le concedió en su club se la negó con España. En la edad de piedra del fútbol español, cuando los centrales jugaban de cerebro y Salinas pescaba goles, a años luz de los "bajitos", Javier Clemente no encontró sitio para O Neno. Pero no es culpa del "Rubio de Barakaldo", sino de Fran, por cometer semejante error generacional. Resulta casi más amargo que grato recordar el 9-0 a Austria en Mestalla, como muestra de lo que pudo ser y no fue. Un festival de fútbol junto a Guardiola y Valerón, digno prólogo de la historia que otros escribirían casi una década después.

lunes, 14 de enero de 2013

Por orden de urgencia

Entre los problemas que han llevado al Deportivo a la cola de la clasificación, el más grave es la fragilidad defensiva. Paciência sabe que sin corregir la sangría atrás el futuro no existe y ha empezado por ahí, por lo más urgente. A golpe de pizarra y doble sesión, el luso se esmera en construir a un equipo especialista en frenar al rival y hacer daño sin destaparse.

El siguiente paso será encontrar un once de referencia, una vez que los jugadores que ha pedido estén en condiciones de aportar. La reconstrucción pasa por un orden general, pero hasta el mejor sistema defensivo resulta vulnerable con una vía de agua como la que presenta el Dépor por la izquierda, con un jugador del que apenas se puede salvar el ímpetu. Urge un relevo que dé seguridad a un sector acribillado, con buen criterio, por los rivales.

Pero el problema atrás no es sólo cuestión de corte sino también de confección. Con el plan A, el de recuperar gracias a la presión en el centro del campo y salir rápido hacia el arco rival, el Dépor no sufre. Paciência ha optado por un cóctel de jugadores sacrificados, de gran despliegue físico, y hombres incisivos y verticales. La mezcla ejecuta con solvencia lo que quiere el entrenador. Pero cuando el rival supera el trabajo de presión y el Dépor tiene que empezar la jugada desde la línea de zagueros asoman las carencias constructivas. Los laterales apenas aportan soluciones a la salida de la pelota, mientras que el perfil de los futbolistas de la medular tampoco ayuda a armar juego desde atrás. Terreno abonado para el acostumbrado eslalon de Marchena a golpe de corneta o de regalos al rival en forma de balón en largo. El plan B requiere retoques, salvo que éste sea alejar el balón de la propia portería para dárselo al rival y reiniciar la estrategia defensiva con el plan A.

Las dificultades para mantener la pelota y el gusto por las posesiones cortas con transiciones rápidas pueden meter demasiado atrás al Dépor. Ante la Real, con 0-1, el equipo apenas supo controlar el partido desde la posesión. Siguió corriendo, golpeando, llevando el juego a un ritmo alto en lugar de ponerle cloroformo. Del mismo modo, un perfil más constructivo será necesario cuando el resultado no acompañe y no baste con esperar. Precisiones que Domingos pulirá por orden de urgencia; lo primero, mejorar la cifra de goles encajados, va por buen camino.

viernes, 11 de enero de 2013

El penúltimo regate de Lendoiro

Sería absurdo no conceder al concurso de acreedores del Deportivo la gravedad que implica. Sin embargo, resulta excesiva la dimensión que ha adquirido el asunto debido al "factor Lendoiro". La desnaturalización del proceso viene dada por el rosario de filias y fobias que despierta el de Corcubión, obviando una panorámica que habla de casi 30 clubes españoles que han optado por esta medida.

Del mismo modo, salir de la trinchera permite conciliar la cosmética con la planificación. La serie de renovaciones anunciada por Lendoiro obedece a los tiempos del proceso concursal y a una estrategia de distracción. El presidente blanquiazul ha rodeado de ruido el día que marca un antes y un después en 25 años de mandato. Ha puesto el club en manos de la Administración tras una victoria varios meses después, el efecto Domingos, 2 fichajes y 7 renovaciones. En definitiva, en una situación de suma precariedad ha jugado sus escasas bazas con relativa eficacia.

Pero asumir que Lendoiro ha utilizado de modo estratégico sus recursos, aplazando su anuncio hasta el momento clave, no resta importancia al fondo de la cuestión, la planificación deportiva. De un plumazo vertebra el equipo de la próxima temporada y amplifica su golpe de efecto renovando a más jugadores en un mes que en la última década, a pesar de la desconfianza que podría generar la situación actual de la entidad. Ficción o realidad, el día después la sensación es que la vida sigue.

domingo, 6 de enero de 2013

Agresividad asumible

La pizarra de Riazor vuelve a la Tierra. La táctica abandona discursos de grandeza y se aferra a la realidad para pelear por la permanencia. El plan es sencillo. Tanto que en apenas media docena de sesiones la plantilla del colista parece haberlo asimilado.

Oltra soñaba con un equipo que recuperara la pelota pronto y cerca de la meta rival. Creyó que, para lograrlo, sus hombres debían presionar la salida del contrario desde el nacimiento mismo de la jugada, al borde del área enemiga. Trazó un plan utópico y eligió para él a los futbolistas menos capaces para su desempeño. El resultado fue una presión ineficaz y un equipo largo, con distancia entre líneas, fácil de atacar por su excesiva exposición.

Paciência parece haber delimitado a una franja del terreno mucho menor el esfuerzo defensivo. Cava una trinchera en la línea divisoria y adelanta la defensa, preparando una emboscada al rival en la que no faltará juego subterráneo. Agrupado en pocos metros, el equipo logra una presión eficaz y aprovecha la velocidad a la contra. Los esfuerzos para encimar al rival son más cortos y acompañados, un recurso táctico que hace que los hombres del centro del campo corran menos pero de modo más eficiente. Un posicionamiento que nos regala la ficción de un Pizzi y un Bruno más trabajadores cuando en realidad lo que hacen es ocupar mejor los espacios recorriendo menos kilómetros.

Como resultado, el primer ensayo de Domingos nos deja la paradoja de un Dépor que, a pesar de retrasar la línea de presión, recupera la pelota más arriba que con Oltra. Al mismo tiempo, el planteamiento del portugués permite desempolvar el contragolpe, un arma infrautilizada hasta ahora pese a la velocidad de los hombres de vanguardia.

viernes, 4 de enero de 2013

Valerón, el homicida involuntario

Tarde o temprano, Valerón acaba por convertirse en un problema para el entrenador. Muy a su pesar, es el arma arrojadiza preferida del integrismo de ambos bandos, tanto de los creyentes de la iglesia valeroniana como de los que entienden que ya no está para jugar. Representó un grave conflicto para Lotina, por renunciar a él, y lo ha sido para Oltra, por ponerlo en exceso. Domingos ha de manejar la situación con justicia e inteligencia.

El de Meñaka sentó al Flaco y abrió un debate que siempre se pierde, defienda uno lo que defienda. Pero el pecado más grave no fue la suplencia del 21 sino que Lotina se cerró en banda y convirtió la decisión en algo personal, desatendiendo necesidades puntuales del equipo. Sólo muy al final, a la desesperada, tiró de Valerón.

Oltra, avalado por el de Arguineguín por su forma de entender el fútbol, optó por el camino más fácil. Valerón y diez más. Hizo indiscutible a un hombre de 37 años y articuló el once a su alrededor. En ataque, convirtió un recurso en el plan y acabó por apagar al Flaco por abuso y al equipo por falta de alternativas. En defensa, el técnico valenciano no entendió la incompatibilidad de presionar arriba con la coincidencia en la alineación de Pizzi, Valerón y Bruno, y si lo hizo se negó a elegir a quién sacrificar para que la idea fuese viable. Sólo en Cornellá, al borde del abismo, renunció a su piedra filosofal sentando al canario. Como Lotina, únicamente en la desesperación traicionó sus principios.

Domingos Paciência, recién llegado, ha ensayado un centro del campo sin Valerón para recibir al Málaga. Por su concepción táctica, el luso está más cerca del Dépor de la primera parte de Cornellá con Salomâo, Pizzi y Bruno Gama juntos. Fue un equipo más sacrificado pero, sobre todo, más rápido en las transiciones después de recuperar el balón. Domingos se encomienda al repliegue, presión en campo propio y vértigo en la contra. Un corsé táctico sin hueco, en principio, para Valerón. Sin embargo, la estrategia ha de adaptarse al partido y habrá momentos para el genio que el sustituto de Oltra deberá aprovechar.