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miércoles, 6 de febrero de 2013

Boronat, el ilustrado incomprendido

El deportivismo no recuerda con agrado a Marco Antonio Boronat. Apartó al héroe del ascenso y a punto estuvo de devolver al equipo a Segunda, destino que evitó Arsenio Iglesias acudiendo al rescate sobre la bocina. Su historia en los banquillos es la de un gran segundo entrenador pero un mediocre primer espada, a pesar de la insistencia del destino en colocarlo en el lugar correcto en el momento adecuado.

El técnico vasco llegó al Deportivo de rebote. Tras el ascenso a Primera ante el Murcia, Arsenio dijo "basta". El de Arteixo entendió que el cupo de emociones estaba cubierto por un tiempo y Lendoiro se sacó de la manga, y de Rusia, a Oleg Ivanovich Romantsev. Su Spartak, con Karpin, Mostovoi y Radchenko en plena irrupción, había acariciado esa misma campaña la final de la Copa de Europa. Pero el mítico preparador desapareció de A Coruña sin dar explicaciones dos días después de aterrizar y siguió a lo suyo en su club de siempre, con el que levantaría 8 Ligas y 4 Copas más.

Tras esfumarse Romantsev, el club pensó en Boronat. Hacía sólo unos meses de su salida de la Real Sociedad tras 26 años como txuri urdin. Donostiarra, forjó su trayectoria en exclusiva en Atocha. Sobre el césped, como fino extremo izquierdo; después, pasaría una década a la sombra de Ormaetxea y Toshack en la mejor Real de la historia. Con el primero logró 2 Ligas (80-81 y 81-82) y un subcampeonato (79-80); con el galés, una Copa del Rey, otro segundo puesto en Liga y un subcampeonato copero.

Sin las obligaciones del primer técnico, Boronat visitaba con frecuencia Inglaterra. En las islas trabajaba para el club pero también para completar su formación. Elaboraba informes sobre futbolistas, asistía a entrenamientos, ampliaba sus conocimientos sobre preparación física. Liverpool, plaza conocida por Toshack, era parada habitual en sus escapadas. Colocó a Zubieta en una dimensión moderna aplicando los secretos que "robaba" de la cuna del fútbol.

Su conversión en primer entrenador de la Real, igual que su posterior llegada al Dépor, se produciría tras una espantada. A falta de 8 partidos para el final de la temporada 88-89, el Real Madrid fijó sus ojos en J. B. Toshack y acordó con la Real su traspaso. Boronat tomó el mando de las operaciones, acabó la temporada en curso e inició la 89-90 como técnico donostiarra tras una década como secundario de lujo.

Bajo su mandato, el club pondría fin a 25 años sin fichar extranjeros. Fascinado por el fútbol británico, el encargado de romper la tradición sólo podía llegar de las islas. El punta John Aldridge se ganó al respetable de Atocha a base de goles y Boronat colocó en quinta posición a una Real en la que ya no estaba gran parte del equipo campeón de Liga. Entre los ausentes, el mítico Arconada, sustituido en la meta por un González que años más tarde tendría su triste minuto de gloria en Riazor.

El siguiente invierno sería el último de Boronat en su casa. Con la Real en puestos de descenso y Toshack destituido en el Madrid, el club guipuzcoano se las ingenió para que el galés volviese a Donostia. Echó a Boronat y nombró a J. B. director deportivo para burlar el reglamento que impide entrenar a dos equipos en un mismo año, situando en el banquillo a un "hombre de paja" procedente del filial.

El resto de la historia es más conocido. Ese verano Boronat llegó a un Riazor que todavía olía al fuego de la cubierta de preferencia que se llevó el meigallo ante el Real Murcia. Los dos goles de Stojadinovic elevaron al serbio a categoría de icono de una afición cansada de la "longa noite de pedra". Intocable. Pero el técnico vasco se lo tomó en sentido literal. "Stoja" no contaba en la Liga, apenas aperecía en la Copa y para finales de septiembre había solicitado al club rescindir su contrato. La grada cerró filas en torno al serbio y los resultados tampoco ayudaron a un Boronat que sería destituido a falta de 8 encuentros, a tiempo para que Arsenio salvase al Dépor en la promoción ante el Betis.

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