La intuición invita a pensar que la dupla Lendoiro-Fernández
habría sido una gran sociedad. Como Fran y Bebeto o Valerón y Makaay. Uno, un
visionario hombre de fútbol curtido en las mil y una noches de arquitectura
imposible y negociación farolera; el otro, empresario de éxito de marcado
perfil técnico y comercial, fiable, seda y sonrisa para camelarse el necesario
apoyo institucional. “Poli bueno, poli malo”, si se prefiere. Pero no pudo – o no
quisieron – ser y el Dépor cambia la
trinchera por la moqueta sin apenas espacios comunes entre las propuestas
lendoirista y tinista.
Se ha ido un rebelde, un seductor, el hombre que hoy permite
a la tribu sentarse y recordar a qué sabe la gloria. Problema y virtud residen
en que lo hizo a su manera, con unas reglas que en ocasiones vio antes que
nadie pero que otras veces se quedaron en delirio. Del mismo modo, beneficios y
pérdidas de ese talante alternativo ofrecen el de sobra analizado balance
pendular de la era Lendoiro.
Ese carácter inconformista conectó con el deportivismo. Sobre
todo, porque los aciertos sobre el césped alimentaron frecuentemente el
argumentario favorable a esa vida a la contra. Resulta que aquel tipo que desde
la periferia del fútbol miraba a los ojos a los gigantes se salía con la suya
muy a menudo. Y cuanto más solo se quedó el Deportivo, más necesario se hizo el
discurso beligerante. Para entonces, las fronteras entre la persona y la
institución se habían fundido en un ejercicio irrepetible de club
presidencialista.
Sitiado, con domicilio permanente en la empalizada y representante
de un modelo obsoleto, Lendoiro deja paso a otra forma de hacer. El “enfant
terrible” del fútbol español, incordio de los rectores del balompié y del
establishment coruñés, es historia.
Tino Fernández, por su parte, se ve obligado a forjar su estilo sobre la marcha. Asume un escenario crítico sin amistosos para
rodarse. Deberá jugar partidas simultáneas en distintos frentes y los retos no
son menores.
El músculo de las relaciones institucionales está claramente
atrofiado y reactivarlo es vital para seguir manejando la entidad en términos
de viabilidad. En la parcela deportiva, Fernández deberá lidiar con el viejo
fútbol, receloso de elementos ajenos a los códigos propios, pero sobre todo con
la obligación del ascenso. Al fin y al cabo, Lendoiro cumplió con “su parte” y
cedió el testigo al último relevista del 4x100 en primera posición. Y es que,
de todos los “particulares” que le esperan a Tino, el que más voltaje puede
transmitir a la silla eléctrica es el que se celebra cada 7 días.
Enhorabuena por el texto. Es la primera pieza q leo y estoy de acuerdo al 100% en este tema.
ResponderEliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarMoi bo! Parabéns!
ResponderEliminarGraciñas, Andrés!
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