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domingo, 6 de enero de 2013

Agresividad asumible

La pizarra de Riazor vuelve a la Tierra. La táctica abandona discursos de grandeza y se aferra a la realidad para pelear por la permanencia. El plan es sencillo. Tanto que en apenas media docena de sesiones la plantilla del colista parece haberlo asimilado.

Oltra soñaba con un equipo que recuperara la pelota pronto y cerca de la meta rival. Creyó que, para lograrlo, sus hombres debían presionar la salida del contrario desde el nacimiento mismo de la jugada, al borde del área enemiga. Trazó un plan utópico y eligió para él a los futbolistas menos capaces para su desempeño. El resultado fue una presión ineficaz y un equipo largo, con distancia entre líneas, fácil de atacar por su excesiva exposición.

Paciência parece haber delimitado a una franja del terreno mucho menor el esfuerzo defensivo. Cava una trinchera en la línea divisoria y adelanta la defensa, preparando una emboscada al rival en la que no faltará juego subterráneo. Agrupado en pocos metros, el equipo logra una presión eficaz y aprovecha la velocidad a la contra. Los esfuerzos para encimar al rival son más cortos y acompañados, un recurso táctico que hace que los hombres del centro del campo corran menos pero de modo más eficiente. Un posicionamiento que nos regala la ficción de un Pizzi y un Bruno más trabajadores cuando en realidad lo que hacen es ocupar mejor los espacios recorriendo menos kilómetros.

Como resultado, el primer ensayo de Domingos nos deja la paradoja de un Dépor que, a pesar de retrasar la línea de presión, recupera la pelota más arriba que con Oltra. Al mismo tiempo, el planteamiento del portugués permite desempolvar el contragolpe, un arma infrautilizada hasta ahora pese a la velocidad de los hombres de vanguardia.

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